domingo, 21 de junio de 2009

Escuchando a los mas viejos iniciados



Los Viejos iniciados cuentan que en los idos y nostálgicos tiempos de umbanda
antiguo el recogimiento a la clausura, donde se procesa la iniciación, no tenía duración predeterminada.
El hijo de santo se quedaba recogido en el terreiro el tiempo necesario a su aprendizaje de sacerdote y a la realización de todas las actividades que los ritos de una feitura de orixá envuelven.
Podía quedarse meses, muchos meses, aislado del mundo, totalmente buceado en su iniciación.
Eso se quedó para tras.
Hoy, cada iniciación, que se hace en un periodo que no suma los días de un mes, tiene que ser cuidadosamente planeada, de modo a ensamblar los días de recogimiento del hijo de santo en sus vacaciones de trabajo o en los momentos libres dejados por los compromisos de la vida secular.
El tiempo de la iniciación pasa a ser regulado por el tiempo del mercado de trabajo.
El tiempo africano del terreiro es vencido por el tiempo de la sociedad capitalista.
Los mas viejos de umbanda hablan del pasado como un tiempo perdido, que ya no se repite, vencido por un presente en que impera aprisa, el gusto por la novedad, la falta de respeto para con las caras tradiciones y, sobre todo, lo descaso para con los más viejos. Dicen que “la umbanda hoy vive de comercio, es pura exhibición”, reclaman que “unos quieren ser más que los otros”, hablan que “los que apenas salieron de los pañales, que no saben nada, ya empinan la cabeza para los antiguos”, lamentan que “los viejos babás y las viejas iyas ya no tiene voz en nada”, observan que “los jóvenes lo que quieren es segar sus más viejos y después golpear su trasero y recoger otro lugar donde pueden mandar a su antojos ”.

Hablan con añoranza de aquel mundo ideal que se quedó para tras y gustan siempre dar rizadas que “en mi tiempo no era así”, repitiendo que “hoy nadie más tiene humildad, queriendo saber más que los antiguos, esos niños presuntuosas, esos jóvenes llenos de viento”. Su discurso triste revela ciertamente mucho de nostalgia de la juventud, pero es también el testimonio verdadero de pérdidas efectivas.

El presente ahora se descortina como ruptura, discontinuidad.
El pasado ya no explica, ni se completa en el presente.
Los mitos van siendo olvidados, los odus simplificados, los dioses ganan aires más coincidentes con la modernidad.
Los jóvenes acusan los más viejos de llevaren hacia el túmulo secretos iniciáticos que no transmiten para nadie, enflaqueciendo los misterios de la religión y su fuerza, el axé, pero de hecho no se importan mucho con eso.
Creen menos en la existencia de los secretos que los más viejos decían creer. Aprendieron que la tradición es y puede ser construida cada instante, pues la ley-del-santo, que ordena las tradiciones del umbanda , ya no tiene de lo que un siglo de vida, ni una única versión, y está siempre cambiando. Y llevan adelante su religión, pensando en el futuro...
Ricardo de Oxala

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